El vino del Salar de Atacama


Prepara su debut internacional.-  Turistas pagan hasta $50 mil por una botella de syrah, nacida de este plan que financia SQM y patrocina Sercotec.

Vinos de cepa obtenidos en pleno desierto de Atacama, a más de 2.400 metros de altura y en una zona que tiene agua por solo unos minutos al mes. Ese es el proyecto en el que se embarcó un grupo de agricultores de San Pedro de Atacama y que ya genera frutos para esa comunidad.
"Acá tenemos un verdadero 'vino extremo o de altura', algo único en el mundo. Considerando que hay vinos de este tipo elaborados en los lomajes de los Alpes europeos que no se comparan con las condiciones de sequedad, altura y oscilación térmica que hay en torno al Salar de Atacama", dijo Wilfredo Cruz, uno de los agricultores involucrados en el plan.
Solo como referencia, el vino de cepa más cercano se produce 800 kilómetros al sur, en el valle del Huasco.
El proyecto consta de 19 parcelas plantadas con cepas Syrah, Petit verdot, Malbec y Chardonnay, que se introdujeron en 2008 y cuyo financiamiento ha provenido de un programa de la minera no metálica SQM de colaboración con comunidades aledañas al Salar de Atacama.
En 2011 lograron su primera producción: Un vino que por ahora se vende en la II Región, pero que usa como trampolín a los turistas europeos, asiáticos y brasileños que llegan a San Pedro de Atacama.
Pero las expectativas son mayores. Los parceleros gestionan junto al Gobierno, Corfo y el Servicio de Cooperación Técnica (Sercotec) su conversión en cooperativa para exportar a Estados Unidos y Europa. Paralelamente, tramitan con las autoridades la construcción de una bodega boutique, donde elaborar sus mostos y realizar catas y maridajes.
Además, buscan certificar su viñas como orgánicas y así elevar el valor de su vino: "En 2017 tendremos una producción del 100% entre algunos parceleros y esperamos unas 5.800 botellas por hectárea. Estamos hablando de al menos $58 millones al año por parcela, si logramos una buena red comercial y colocar cada botella al menos a $10.000" explicó Ricardo Vilca, otro de los agricultores del plan.
"El récord hasta el momento lo tiene una botella de Syrah 2015 vendida en $50 mil a un turista francés en un restaurante de San Pedro", aseguró Cruz.
El retorno a la tierra
Hasta hace cuatro décadas, la desértica comuna de San Pedro reunía a un grupo de agricultores de la cultura atacameña, que cultivaba frutas y verduras.
Así, además de los algarrobos (típicos de la zona y protegidos por Conaf), se podían ver parras (de la cepa país, para elaborar vino criollo o dulce), membrillos, duraznos, damascos, manzanas, cebollas y espárragos, entre otras especies.
Pero la sequía que por años enfrentó el lugar y las mejores fuentes laborales de la minería terminaron con la actividad.
En 2008, SQM implementó el Programa "Atacama Tierra Fértil", con el que organizó a varios de esos agricultores (que heredaron de sus antepasados superficies de no más de una hectárea) y les propuso financiarles un sistema de riego tecnificado, con pequeños tranques artificiales donde acopiar el agua e introducir nuevos cultivos.
Hasta hoy los parceleros se reparten en cuotas —de algunos minutos y cada 25 días— el caudal de agua que aún escurre por algunos riachuelos cordilleranos. Antes del riego por goteo, utilizaban sus escasos minutos de caudal con un método ancestral: inundar sus predios, lo que restaba eficiencia a sus cultivos.
Luego, el programa contrató agrónomos, viticultores, enólogos y otros expertos que determinaron que el "vino de altura" era viable. Así, la minera adquirió más de 20 mil parras de cepas resistentes a esa zona, que prácticamente implicaba plantar en arena.
Un vino personalizado
Pero la asistencia del programa fue más allá, encargó estudios y acordó con estos agricultores una marca común: Ayllu —que en kunza o atacameño significa 'comunidad'— y pidió a un experto el diseño de las etiquetas.
Pero las botellas de una misma cepa pueden ser distintas, ya que cada productor elabora sus vinos asistido por un especialista y en una "bodega—oficina" arrendada por SQM en Toconao.
El vino se elabora en barricas de acero inoxidable para no alterar la identidad de Atacama. Cada cuba tiene un vino diferente según el riego, el terroir y la elaboración de cada agricultor.
Algo que se plasma en la etiqueta donde se registra el nombre del productor, sus coordenadas geográficas y el número de botellas elaboradas ese año, dijo el winemaker Héctor Cifuentes.

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